RESEÑAS SOBRE LA TRADUCCIÓN DE ULISES

1999

La razón

ABC Sevilla

ABC Cultural

El País

Leer

2001
Diario de Sevilla

El País
 

Diario de Sevilla (26/6/01), p. 48, por Tomás Monago.

“Del ‘Ulises’ ya no queda nada que no se entienda”

    García Tortosa logra presentar su traducción de la obra de Joyce con dos años de retraso por las continuas objeciones de la familia del autor

      Fotografía de Antonio Pizarro
García Tortosa y Alfonso Guerra
 

    La nueva traducción del Ulises de Joyce se presentó en Sevilla tras dos años de espera en los que los herederos del escritor irlandés pusieron todo tipo de impedimentos para que se publicara el libro. En un día en el que las presentaciones de textos se multiplicaron, Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas dieron cuenta de su adaptación, en la que han invertido siete años de trabajo. Como presentador ofició Alfonso Guerra que, ante un auditorio que llenaba el patio de la sede principal de la Caja San Fernando, habló del Ulises y de la nueva traducción durante más de una hora. “Ésta es la versión castellana del Ulises, no una de las versiones que se han hecho, es la versión”.
    Así elogiaba el ex vicepresidente del Gobierno un libro que, por su complicación, no es fácil de traducir. Su complejidad es tal que el mismo Joyce afirmó que había escrito su texto para “tener a los críticos ocupados durante trescientos años”. Sin embargo, el propio García Tortosa desmitifica esta idea: “Apenas habían pasado 40 ó 50 años y ya no quedaba nada de este libro que no se entendiera. Se sabía todo. Otra cosa es la ambigüedad propia de la literatura y de cualquier novela. Siempre hay pasajes subjetivos que están sometidos a múltiples interpretaciones”.
    Para él, el Ulises no es, ni mucho menos, tan difícil. La verdadera pieza casi ininteligible de Joyce es el Finnengans Wake, escrita en 1939, muchos años después de la obra que narra un día en la vida Leopold Bloom. “Si el Ulises tiene pocos lectores, Finnegans... tiene menos. Uno de los grandes especialistas en esta obra, Clive Heart, dijo que en el mundo sólo había 50 lectores de este libro”.
    Del Ulisesdijo Virginia Woolf que era un libro “difuso, pretencioso, granítico y gratuitamente escandaloso”. El novelista español Juan Benet lo calificó de “cuadro de costumbres hipertrofiado por la palabrería”. Los detractores de la pieza son, por tanto, legión: “Yo, ante esto -comenta García Tortosa- siempre digo lo mismo: hay un elevadísimo porcentaje de críticas adversas que sólo se producen porque sus autores no se han leído el libro”.
    Borges decía que el Uliseses un texto de muy complicada traducción al español y que en todo caso el original perdía mucho con la adaptación. Tortosa no está de acuerdo. “Las traducciones no tienen por qué significar que el original pierde su esencia. Lo que yo hago es adaptar las vivencias de otra lengua a otro idioma, en este caso el español. Muchas veces las traducciones traicionan el espíritu del escritor porque intentan traducirlo todo. Y hay que tener en cuenta que no todo se puede trasvasar”. Su compañera de traducción, María Luisa Venegas, analiza el carácter creativo que tiene su trabajo. “Gran parte de la satisfacción que me ha reportado esta traducción se debe a la creatividad que conlleva la tarea. Tienes que elegir entre distintos vocablos, entre diversas formas de expresión y además debes de pensar cómo llegar mejor al público. Creo que el traductor es también un escritor, porque imprime un estilo personal al texto”.
    Alfonso Guerra, el presentador, no se limitó a ensalzar las virtudes de la traducción. Los defectos también afloraron. Por ejemplo, apuntó una errata a su juicio grave: en la introducción, se afirma que el día en que trasncurre el Uliseses el 4 de junio de 1904, cuando en realidad fue el 16 de ese mismo mes.

ABC, (26/6/01) p. 47.

El Correo de Andalucía, (26/6/01) p. 32.
 

EL PAÍS de Andalucía, 13 de julio de 2001

BEGOÑA MEDINA
Ulises
De vez en cuando Sevilla se incorpora y levanta la cabeza orgullosa de
alguna proeza, tal como ha ocurrido hace poco gracias a dos profesores
de nuestra universidad, María Luisa Venegas y Francisco García Tortosa,
que han traducido el Ulises de Joyce. Es una labor tan importante que
toda noticia que se dé de ella es poca.

Lo presentó la librería Antonio Machado en la Caja San Fernando, en
donde Alfonso Guerra habló sobre la importancia del hecho y alabó el
logro del trabajo llamándolo no una versión más, sino 'la versión
castellana'. Los autores explicaron con numerosos ejemplos las
dificultades que habían encontrado durante los siete años que le habían
dedicado; una de ellas, por ejemplo, había sido adaptar la musicalidad
del texto original a otro idioma, que se dice pronto.

En alguna crítica literaria, Anthony Burgess comenta que el estilo del
Ulises de Joyce es más importante que el contenido, pero que su lenguaje
llegó a unas profundidades de la mente humana desconocidas hasta
entonces para los novelistas; un lenguaje que adjetiva como exacto y
ambiguo al mismo tiempo, en el que se suma lo coloquial, lo poético y la
nueva tecnología. Cortázar, por otro lado, opinó que Joyce no escribía
bien, que se valía de su 'magnífica torpeza narrativa (...), con más
balbuceo que palabra', para conseguir que 'lo sentido excediera a lo
dicho'. No seré yo quien discuta a estos autores ni tampoco a otros; los
cito porque el juicio de dos literatos de semejante entidad impresiona y
corrobora la dificultad de traducir lo que con tanta complejidad se
escribió.

Es posible que no sean muchos quienes se decidan a leerlo. Por si fuera
poco la falta de tiempo y costumbre que hoy tenemos para la lectura, hay
libros que se convierten en un verdadero reto y exigen una gran
tenacidad y disciplina; como si el autor quisiera poner a los lectores a
prueba. Y entre todos los escritores que pudieran dar esa sensación, no
creo que ninguno llegue al grado de Joyce. Pero se comprende que no
importa tanto la cantidad de lectores como la calidad de la traducción
para los tenaces entusiastas y conocedores de la literatura, de entre
quienes seguro que salen futuros literatos.

Noticias



El País, Babelia  (3/9/01) p. 8

Del regreso de Ulises, por Joaquín Aparicio Maydeu

    La novela más famosa de Joyce es una encrucijada léxica y sintáctica que pone en serios aprietos a cualquier traductor. Acaba de aparecer una edición que, si bien no puede considerarse definitiva, sí ofrece un Ulises más accesible y asequible.

    Novela endiabladamente compleja desde la perspectiva del lenguaje, el traductor de Ulises (1922) no sólo debe decidir un camino en cada encrucijada lexicográfica, sino que debe sortear con solvencia las trampas que le prepara un texto trufado de piruetas verbales, juegos fonéticos, pastiches (de la poesía goliarda a Bunyan, los catecismos, Goldsmith, Dickens o Ruskin), private jokes, transtextualidad y material paremiológico. De otro lado, la enfermiza obsesión de Joyce por la sintaxis pone las cosas aún más dificiles: Frank Budgen (James Joyce and the making of Ulysses) se interesó por los progresos de Joyce en la redacción de su novela, Joyce le contestó que había estado trabajando sin descanso todo el día, y Budgen dedujo entonces que había debido de escribir realmente mucho. Se equivocaba: Joyce le contestó "dos frases". Y cuando, pensando en Flaubert, Budgen, marisabidillo, le dijo a Joyce "así que ha estado usted buscando le mot juste" Joyce le contestó, "no, ya tengo las palabras. Lo que estoy buscando es su orden exacto dentro de la frase": el traductor de Ulises también debe lidiar ese toro, y el de los registros y los estilos, que se exhiben todos en el proteico escaparate de una novela en la que la forma de cada capítulo expresa su argumento, poética, que sin duda atenaza al traductor. Es sabido que, al preguntársele sobre el Ulises, Joyce no tu yo ningún reparo en confesar, "he planteado tantos enigmas y quebraderos de cabeza que tendré ocupados por siglos a los profesores", y es el lenguaje el instrumento con el que pergeñó este perverso rompecabezas (y sin embargo realmente divertido, no crean: escarben y verán),-
     Joyce es un inmenso bromista, un archivo sonoro viviente y un escrítor-esponja, capaz de absorber cualquier texto que caiga en sus manos, lo que da razón de su carácter erudito y enciclopédico (George Orwell lo llamó nada menos que "pedante elefantino"). Se trata de traducir (¡y a una lengua romance!) un texto que parece haber sido concebido para poner en un aprieto al mejor traductor, de modo que el mero hecho de atreverse con él constituye toda una proeza, a la vez que merece el elogio unánime.

     La traducción que ofrece Cátedra cuenta de entrada con  la ventaja de perogrullo de haber dispuesto de las dos anteriores (la de José Salas Subirat —Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1945— y la de José María Valverde —Lumen, Barcelona, 1976—) como referencia; pero su principal solvencia es filológica, pues sus autores han tenido en cuenta cinco ediciones, necesarias habida cuenta del hecho de que Joyce corregía y modificaba como un condenado sus originales: el testimonio base ha sido la célebre edición  crítica de Hans W. Gabler (Garland Pubhishing, Nueva York, 1984), cotejada con una reimpresión de la príncipe, trufada de erratas (Shakespeare & Co - París, 1925), y las ediciones de Random House (Nueva York, 1961), The Bodley Head (Londres, 1960) y Penguin Books (Londres, 1968). Muy útil le resultará al lector la introducción literaria —en especial el comentario por episodios, que en efecto alienta una lectura creativa -del texto, así como las considera ciones y ejemplos en torno a la propia traducción (los entresijos de la odisea de traducir el Ulises)— y la selección bibliográfica de la que carecían las dos antenores (en la que, por cierto, se echa en falta por lo menos la mención a los ensayos joycianos de Umberto Eco en su edición española —Las poéticas de Joyce, Lumen, Barcelona, 1993—).
      En cuanto a la traducción en sí misma, salta a la vista que es menos libre que la de Valverde, que en ocasiones sobreinterpreta del mismo modo en que su condición de buen poeta le permite, en cambio, resolver pasajes con las mismas armas poéticas con las que Joyce los concibió. Bien hará el lector especialista en tenerlas las dos muy a mano, como la de Joaquim Mallafré al catalán, espléndida. Uno de los pasos firmes que da la nueva traducción es el del tratamiento del pastiche, sustancialmente en el capítulo de la historia de la prosa inglesa (XIV), que los traductores solucionan no por parodia, sino por imitación de textos de la historia paralela de la literatura castellana. Traducir el Ulises supone otro esfuerzo de Sísifo y la cuestión de la traducción modélica será siempre bizantina, por lo que me temo que lo más honesto será reconocer que un texto canónico como éste merece sin duda la ponderada traducción de García Tortosa y Venegas, pero también las que vinieren, y así como ambos señalan en sus  páginas de captatío benevolentiae, CLXXV-CLXXXI, y con razón, que la mera existencia de la suya demuestra que las traducciones de Sala y Valverde eran mejorables, lo prudente es ahora advertir que tampoco la que reseñamos puede anunciarse como la . traducción definitiva. En cualquier caso, sí resulta incuestionable que con la edición esforzada de García Tortosa los  lectores en castellano disponemos por fin de un Ulises accesible y asequible, comentado con finura y contextualizado, de manera que parece indudable que estamos de enhorabuena.



1999
La razón, "Cultura". (6/6/1999), p. 29.

Una nueva traducción en español ofrece un "Ulises" más "lírico, difícil y fiel" a Joyce

García Tortosa asegura que su versión se ajusta más al original que las de Valverde y Subirats

Gregorio García Maestro
    James Joyce animaba a restar seriedad a la lectura de su obra más grande. Al fin y al cabo todo era una gran broma, una párodia del espíritu irlandés. Así es como el catedrático y traductor Francisco García Tortosa leyó hasta 25 veces el millar de páginas de "U1ises". Después de siete años encerrado y dedicado a su traducción-"hasta problemas familiares me ha causado", asegura-, publica ahora en Cátedra una nueva versión que se suma a las traducciones que ya existían en español, la primera de José Salas Subirats de 1945, en Buenos Aires; y la segunda en 1976, a cargo José María Valverde, que apareció en Barcelona.
    Desde el comienzo, García Tortosa trata de marcar distancias. "Tengo un gran respeto por estas dos versiones porque dieron a conocer en el mundo de habla hispánica una de las grandes obras del XX". Ahora bien, si traducir es intetpretar, el catedrático sevillano ha dado con una forma nueva de digerir todas las pequeñas historias que Joyce cuenta en su novela y el sentido global de la obra. Es así como niega que su intención haya sido facilitar la lectura. "Subirats y Valverde intentaron en varios capítulos suavizar la lectura ofreciendo una traducción más sencilla. Hay numerosos ejemplos. Citaré uno. Hay un capítulo en el que Valverde omite la puntuación para ayudar al lector. Yo la he respetado porque se oculta el hecho de que el narrador implícito es Leopold Bloom, y Bloom es un narrador muy malo que siempre embarulla las cosas".
    "Ulises" es un microcosmos donde se agolpan referencias a la literatura universal, a la historia, matemáticas, filosofía, física, música... Echarse a andar en el camino de una traducción tan vasta exige erudición y un puñado de amigos: médicos, científicos, matemáticos y músicos. "Yo recurrí a todos ellos para poder comprender y darle sentido a algunos fragmentos", confiesa Tortosa.
    El volumen incluye casi doscientas páginas monográficas sobre "Ulises". En ellas defiende una teoría "novedosa": "La novela de Joyce es una manifestación suprema que nos demuestra que todo está en todo. Cualquier palabra o gesto depende de otras palabras y de otros gestos pasados. Nada es fortuito ni producto de la casualidad. Ulises es el mejor ejemplo en ficción de cómo en la vida todo está en todo. Esta explicación choca con nuestra visión unidireccional y lineal de los acontecimientos". Lo que sostiene Francisco García Tortosa es que la mayor dificultad en la lectura del "Ulises" no son las referencias homéricas, ni los conocimientos enciclopédicos que Joyce presupone al lector, tampoco reside en la técnica creativa, sino algo más simple, y al mismo, tiempo más complejo, como es encontrar sentido y pericia para poner orden en el aluvión de detalles e información que Joyce puso en la novela.
    Esta edición de "Ulises" lleva el número de capítulo en todas las páginas y la numeración de líneas. Cuestiones formales que no quitan hierro al fondo del asunto. "Esta traducción pretende ser más fiel al texto y dotarle de un sentido más lírico y musical, lo que también implica mayor dificultad, y no olvido que Valverde era poeta, pero no era músico, y yo sí, algo que espero que se note". También pone otro matiz: "Nadie hace tanto hincapié en que es una novela hiperrealista. Cuando se es realista a ultranza, como Joyce, las cosas no se nos presentan con la claridad que nos ofrece la ficción. Cuanto más fiel sea el
[interrupción en el original]

Dos versiones y un sentido
«Besó los ambarinos melones
orondos serondos
odoranteserondos de sus nalgas,
en cada orondo hemisferio
meloso, en el surco serondo
ambarino, con un ósculo oscuro
prolongado provocante
melodorantemeloso» .

Franciso García Tortosa


«Besó los gruesos blandos
amarillos aromáticos melones
de su trasero, en cada grueso
hemisferio melonoso, en su
blando amarillo surco, con
oscura prolongada
provocativa melonaromática
osculación».

José Maria Valverde

 

ABC Sevilla. "Paraninfo" (9/6/1999), p. 76.

Asunción Fdez. de Castillejo

Nuevo abordaje al Ulises
Francisco García Tortosa acaba de publica (sic) en Cátedra una
nueva traducción y edición crítica de la obra de Joyce

Sevilla. Asunción Fdz. de Castillejo
El catedrático de Literatura Inglesa de la Universidad de Sevilla, Francisco García Tortosa,acaba de publicar, en la editorial Cátedra, su traducción y edición crítica del Ulises de James Joyce, una obra de extrema dificultad, en la que el autor experimentó con el lenguaje "hasta los límites extremos de la comunicación". La edición de García Tortosa incluye un estudio introductorio y notas al texto que ofrecen nuevas claves de interpretación y lectura.

    Publicada por primera vez en 1922, el Ulises de James Joyce está considerada una obra fundamental de la Literatura Universal, pese a que resulta indescifrable para muchos y difícil incluso de acabar para un lector medio. Encuadrada definitivamente en la categoría de obra maestra y su autor en la de escritor genial, al que han comparado con Shakespeare por su creatividad verbal, el Ulises es sin embargo una novela enrevesada, en la que su autor experimentó con el lenguaje y se dedicó a compendiar y parodiar a mitos y héroes, autores y personajes hasta volver locos a críticos y estudiosos.
     Pues bien, esta obra es la que Francisco García Tortorsa, en colaboración con María Luisa Venegas, ha traducido al español y acaba de publicarse en la editorial Cátedra, especializada en ediciones críticas.
    En la introducción que Francisco García Tortosa hace a su edición el autor pone al lector en antecedentes de la existencia de dos traducciones al español del Ulises, previas ala suya: la primera, a cargo de José Salas Subirats, se publicó en Buenos Aires en 1945; la segunda, responsabilidad del desaparecido José María Valverde, se publicó en Barcelona en 1976. Ambas traducciones tuvieron una serie de ediciones en las que la obra fue siendo revisada, anotada y la primera, incluso, ilustrada. García Tortosa afirma que «el respeto que merece cualquiera que se enfrente a la labor de traducir el Ulises impone abstenerse de emitir juicios negativos, más bien al contrario, las dos, cada una a su manera, supusieron una loable contrlbución a la práctica de la traducción y cooperaron decisivamente en difusión y la obra de Joyce en los paises de habla hispana", pese a lo cual no deja de decir que "se hace innecesario añadir que nuestra traducción evidencia que ambas son mejorables".  García Tortosa afirma que en esta nueva versión «ha procurado ser más fiel al texto» y "darle un sentido más musical", ya que, según ha explicado, esa fue la intención de Joyce quien era gran aficionado a tocar el piano y con una bonita voz de barítono. Según el traductor, Joyce era muy consciente de las posibilidades musicales de la lengua e intentó emular la música con las palabras en el episodio de "Las sirenas". Para García Tortosa las únicas excepciones a esta forma de escribir son los capítulos en los que transcribe de forma naturalista las conversaciones del hombre de la calle.

El retorno de Ulises

Jenaro Talens
ABC Cultural (10/7/1999),p. 11
    CUANDO Juan Benet definió hace años a James Joyce como un autor costumbrista o como el mejor novelista del siglo XIX, sus palabras parecían una boutade. Sin embargo, aún no asumiendo lo que en ellas subyacía de descalificación radical, creo que tenían mucha razón. James Joyce (Rathgar, Dublin, 1882-Zurich, 1941) siempre fue un escritor realista. Desde los relatos iniciales de Dublineses hasta el extraordinario "galimatías" del Finnegan's Wake, la pulsión que recorre su prosa es la de hacer "hablar" al mundo real tal cual es, asumiendo el caos consustancial que lo constítuye. La tradición costumbrista decimonónica había convertído ese parecido objetivo en una suerte de articulación retórica llena de clisés. Joyce revolucionó la manera de entender el proceso pero no por ello alteró su finalidad.
    En uno de los primeros artículos que escribiera Samuel Beckett, a petición del propio Joyce, "Dante...Bruno. Vico...Joyce" el entonces joven lector de la Escuela Normal de París lo afirma sin ambages: "Se trata de expresión directa -páginas y páginas de ella. Y si ustedes no las entienden, señoras y señores, es porque son demasiado decadentes para recibirlas. No están satisfechos a menos que la forma esté tan estrictamente divorciada del contenido que puedan comprender éste sin molestarse casi en leer aquélla". El texto se refería al futuro Finnegans pero es perfectamnte aplicable al resto de la producción joyceana. Hay en toda su obra, en efecto, una constante voluntad de precisión y un enorme dominio de los recursos lingüísticos y formales.
    Ulises reconstruye un día, el 16 de junio de 1904, en la vida de una ciudad, Dublín. No se trata de redactar una guía turística, pero lo cierto es que resulta posible reconstruir con la lectura de sus páginas un mapa, si no físico, sí auditivo de ese día. Su obsesión por la exactitud en las descripciones y en la localización de los lugares donde situar su relato, corre paralelo con su capacidad para convertir todo ese material en uno de los objetos más laboriosamente complejos de cuantos ha producido la literatura en todo el siglo. Alguien decía que en Joyce cuando anochece en sus textos las palabras se oscurecen, cuando llueve, están húmedas, y cuando hay un arcoiris, se cubren de una gama multicolor: Esa búsqueda constante de abarcar la totalidad es lo que ha hecho que se le acuse de desmesurado, pretencioso e inútil, cuando no es sino la excrecencia de un mundo que tal vez sí sea desmesurado, pretencioso e inútil y al que el escritor se limita a poner en pie.
    La obra fue siempre perseguida por el escándalo. Publicada por vez primera en París, en 1922, por la legendaria Shakespeare and Company de Sylvia Beach, en una edición, por cierto, llena de erratas, como corresponde a un libro compuesto por cajistas con nulo o escaso conocimiento del inglés, Ulises fue denunciada por obscenidad y prohibida tanto en Inglaterra como en EE.UU. Ello no impidió, sino todo lo contrario: que surgieran de inmediato defensores y admiradores de una obra que si por algo se ha caracterizado es por no dejar indiferente a nadie.
    En España, Joyce entró muy pronto. La Revista de Occidente le dio a conocer a través de la persona de Antonio Marichalar, y un jovencísimo Dámaso Alonso traducía A Portrait of the Artistas a Young Man como El artista adolescente (retrato) ya a finales de la década de los años 20. Ulises, sin embargo, era demasiado poco convencional y subversiva para los cánones de una tradición tan conservadora como la que iba a acabar por imponerse tras la derrota de la República y la Guerra Civil. La primera traducción española no apareció hasta 1945 en Buenos Aires, cuatro años después de la muerte del autor. La normalización en España de su obra no vendrá hasta mucho después, en 1976, cuando José María Valverde publica los dos volúmenes de su versión de la novela en Editorial Lumeh.
    La reciente edición en Clásicos Universales de Ediciones Cátedra es, con mucho, la más documentada, como corresponde a la serie donde se inserta. Los autores, excelentes especialistas en la obra del irlandés, han cotejado no sólo el ingente material crítico aparecido en los últimos veinte años sino que han buscado reconstruir un Joyce que podía aparecer algo desdibujado a la luz de las investigaciones más recientes en las dos versiones anteriores, a las que, con un fair play muy de agradecer y poco común, el autor de la introducción califica de "grandes trabajos" y a los que no entra a criticar abiertamente en ningún momento.
    Esta nueva traducción deja de lado las clásicas guías de lectura y prescinde de notas (que no son, como dijo alguien, sino un sintoma de la impotencia del traductor para resolver los problemas allí donde se dan, en el fluir del texto y no en los comentarios a pie de página), lo que facilita enormemente la lectura. La numeración por capítulos y lineas para facilitar la localización de fragmentos y las citas testimonian la voluntad de los editores de servir como versión de referencia.
 

El Pais, "Babelia". (10/7/1999), p. 8
Acaba de aparecer en Cátedra una nueva traducción del Ulises de James Joyce, una de las obras más importantes de este siglo que acaba.  Ofrecemos un fragmento del texto que Emilio Lorenzo leyó en la presentación de esta versión de Francisco García Torotosa y María Luisa Venegas, que considera "la mejor ofrecida en lengua castellana".

LA ODISEA DE TRADUCIR EL 'ULISES'

Emilio Lorenzo
    Hace ya más de veinte años, animado por el interés de unos alumnos de doctorado, dediqué dos cursos consecutivos de 40 lecciones a comentar, primero, las dos traducciones españolas y dos europeas -la alemana y la francesa-del Ulysses de James Joyce, seguidos de otros dos para descifrar e intentar interpretar unas cinco páginas en total de Finnegans Wake.
    Sería pretencioso afirmar que el éxito me acompañó en estos intentos de aproximación. Sólo puedo atestiguar el interés de los asistentes, licenciados y docentes en activo-propiciado por la ventaja logística de ofrecer los cursos en sábado, día libre para la mayoría-. Fruto exiguo de esta dedicación joyceana fue una conferencia, pronunciada en 1982 y publicada en Córdoba, Creación léxica y juegos verbales en 'Finnegans Wake', sobre las herméticas páginas comentadas en clase. Pasaron luego 1O años atendiendo a otros apremios ajenos a Joyce, pero en 1993 no pude resistir al cortés pero atractivo requerimiento, antecedente del que hoy nos reúne, en que el incansable y casi temerario Francisco García Tortosa (GT) y la misma editorial solicitaban mi presencia en un acto que consideraban, como yo, trascendente; por ello, titulé mi comentario a la proeza Una traducción imposible. Capitán de la aventura era el mismo maestro, secundado por dos discípulos, que hoy, acompañado de María Luisa Venegas, cotraductora nos convoca. Se trataba entonces de verter al español parte de uno de los libros más herméticos jamás concebido por el ingenio humano; la parte escogida -todo hay que decirlo- constituía, dentro de su dificultad, la porción más transparente del libro. Era de rigor aplaudir el esfuerzo y el resultado traductor, pues no había precedentes en español de un empeño semejante.
     La obra que nos convoca hoy aquí tiene un perfil muy diferente.  En teoría, pese a los repetidos reproches de oscuridad que se le achacan, Ulises es, si se compara con Finnegans Wake, obra diáfana y accesible, exceptuando algún pasaje que ya anuncia las aventuras léxicas que van a caracterizar esta última. Tiene también la ventaja teórica de haber sido ya traducida dos veces en ediciones respetables, la de Rueda, Buenos Aires, debida a Salas Subirats (García Tortosa la fecha en 1945) y la de J. Maria Valverde, Lumen, Barcelona, 1976. De la primera hay también una edición española, de 1992, que ya no pude comentar en clase. Rafael Conte dio cuenta en Abc (5 de septiembre de 1992) del acontecimiento, pues lo era, al presentarse como la primera edición ilustrada de la obra, citando, como punto de partida "la traducción ya histórica que se hizo en Chile en1947", que no conocíamos. Existe, además, según García Tortosa, una versión catalana de J. Mallafré (Barcelona, 1981).
    García Tortosa, traductor honrado y responsable, ha tenido a mano diversas ediciones de Ulises -básica la de Gabler, Nueva York, 1984-, también la primera, la francesa de Sylvia Beach en una de las reimpresiones de 1925, como mi ejemplar (octubre de 1925), y cita las cuatro españolas, que supongo habrá tenido también presentes. Estas circunstancias y el hecho de contar con María Luisa Venegas en la tarea suponen una garantía de trabajo bien hecho. La traducción colectiva, cada vez más extendida, parece presagiar una saludable y al parecer -irreversible tendencia en el futuro, mas al decir "colectiva" quiero acentuar no su carácter simultáneo -sincronía-, sino acumulativo y diacrónico. Una traducción satisfactoria exige, si no es la primera, el conocimiento y compulsa de las precedentes, y re fuerza su autoridad si el resultado final se alcanza compartiendo el criterio propio con el de otra u otras personas. Esta versión en equipo de dos personas, durante siete años, como nos dice la Introducción de la obra, tiene sus ventajas e inconvenientes, que quedan salvados al adoptar un estilo unitario, cuyo resultado ha de juzgar el lector. Hay un riesgo -ya lo hemos denunciado-, el de convertir el noble menester de traducir en el de un mero corrector de estilo, muy digna profesión también si se reconoce la deuda al corregido.
    Henos, pues, aquí, ante el intento más logrado de presentar en español la que para muchos es la obra más significativa de este siglo en el arte de narrar. García Tortosa no acomete latarea como un outsider, valga el anglicismo, sino como un acreditado especialista en James Joyce, de lo que es prueba su dedicación personal y la de sus discípulos, durante muchos años, en libros, tesis publicadas o inéditas, artículos y reuniones que parecen anticipar un futuro Bloomsday a la sombra de la Giralda. Parece hoy evidente que si uno quiere indagar sobre la suerte de James Joyce entre los españoles, tiene que acudir al núcleo sevillano, que ya muestra ramificaciones en Salamanca y A Coruña, capaz de contagiar del virus joyceano a personas tan ajenas a la literatura como quien les habla, admirador de la crítica literaria, pero rara vez seducido por ella. Entre esas raras veces debería señalar la despertada en mí por el trato con uno de los críticos literarios más sólidos y rigurosos del siglo, mi jefe universitario Ernst Robert Curtius, quien me anunció en mi visita de presentación-mediados de enero de 1941-la muerte de Joyce, de quien había sido valedor para garantizar su solvencia en Suiza. Su atinada observación de que en el Ulises había un sustrato jesuítico se debe, a mi juicio, a su familiaridad con la obra de Pérez de Ayala. Curtius estaba entonces, huyendo de insinuaciones políticas, encerrado en la Edad Media, para bien de la cultura europea. Sospecho que el despacho en que me recibió fue el mismo en que estuvo Joyce de vuelta de Dinamarca cuando acudió a él, siempre propicio y abierto a las nuevas corrientes literarias, buscando respaldo al laborioso Finnegans Wake, respaldo que le negaban o escatimaban sus fieles, su hermano Estanislao, Ezra Pound, la Weaver; etcétera. De entonces viene mi interés por el entonces para mí desconocido irlandés, pese a mi trato con Dámaso Alonso, cuya versión del Artista adolescente de Joyce, velada tras el seudónimo, supo mantener casi oculta hasta la muerte de doña Petra, su madre.
    No voy a examinar -otros lo harán mejor que yo- lo que significa la aportación de Joyce a la narrativa contemporánea. De que es una de las figuras más significativas del siglo no cabe duda, pero lo que a mí siempre me ha interesado en él es el dominio del idioma -mejor dicho, de los idiomas, múltiples-, que su excepcional don de lenguas le hizo aprovechar artísticamente. Creo imposible valorar literariamente a este genio de la creación lingüística sin tener en cuenta su capacidad asociativa y su inventiva en el terreno léxico. García Tortosa recuerda "la mayor creatividad verbal después de Shakespeare". Los adjetivos que más se prodigan sobre el estilo de Ulises -no digamos de Finnegans Wake- aluden a lo que en Góngora se llamó tinieblas y oscuridad y Dámaso Alonso redujo a simple dificultad. Joyce es calificado de laberíntico, incomprensible, oscuro, opaco, intrincado, ambiguo, enmarañado, disfrazado, camuflado, poco diáfano, etcétera. Merece la pena reproducir la opinión de Virginia Woolf sobre Ulises: "Difuso, pretencioso, granítico y gratuitamente escandaloso", pero lo que es, sin duda, es dificil.
    Los traductores llaman a su aventura, muy acertadamente, "una odisea", pero han sabido salvar los escollos, los "Escilas y Caribdis" con gran dignidad. Señalan, con razón, que para semejante empresa se requieren conocimientos enciclopédicos y no hay duda de que en su ardua tarea hicieron uso de esos conocimientos. Destacan más de una vez lo que es evidente para los estudiosos de la obra, a saber, que el fundamento homérico del tramado de la obra es muy tenue, por no decir inexistente. Uno de los pasajes más difíciles, según el propio Joyce, titulado Los bueyes del Sol, de cuya traducción conjeturo que los traductores terminaron exhaustos. debió de poner a prueba la paciencia, tenacidad e inventiva del tándem traductor. Yo, que por circunstancias de mi vida profesional me he visto en el trance de explicar la historia de tres lenguas -español, inglés y alemán- desde 1946, me doy cuenta del esfuerzo, primero del autor, luego de sus traductores para simultanear el nacimiento de un niño en una maternidad con el desarrollo diacrónico de una lengua, el inglés en el caso de Joyce, el español en la versión de Cátedra. Las traducciones posibles de un texto son infinitas y, no habiendo un documento literario en que apoyarse, la creación libre de autor y traductores se presta a todo tipo de fantasías más o menos ajustadas. Pese a que el inglés es una lengua que "presume" de ortografía medieval, el hecho es que el texto inglés me resulta más comprensible y evocativo que el español, digno de aplauso pero difícilmente descifrable -y esto, como queda dicho, forma parte de la intención de autor-. Creo que los admiradores de Joyce acaban seducidos por las tretas del gran jugador de la palabra y tienden a "rizar el rizo". Otro admirador de Joyce, Ezra Pound, excelentemente editado en esta colección por Javier Coy, se quedó perplejo ante un pasaje trilingüe que involucraba el inglés, el alemán y el dialecto neoyorquino. Dándole vueltas a la frase-una línea de texto- propuse una interpretación que Coy consideró acertada e incorpora a su versión.
    La traducción es mejorable, como todas, incluidas las mías, pero hoy por hoy estimo que es la mejor, y lo será por mucho tiempo, de las ofrecidas en lengua española. Su español es el de una traducción de 1999, no de 1922. Pero, ¿a quién le interesa hoy saber cómo era el español de entonces? Vaya mi enhorabuena a la editorial y a la pareja traductora.

Ulises: las traducciones

Leer 105 (Septiembre 1999), p. 46.

Vicente Araguas

     Vicente Araguas
     La primera traducción de Ulises al español, la de Salas Subirat, no apareció hasta 1945, bien que hasta entonces hubiera habido traducciones parciales de la obra (también al gallego, así la muy temprana de Otero Pedrayo para la revista Nós).  La versión, y nunca mejor dicho, de Salas Subirat, en la edición de la revista argentina Rueda, circuló con profusión entre quienes, aun en los sesenta y primeros setenta, querían acercarse al Ulises desde la lengua castellana.  Para la leyenda Salas Subirat ha quedado como un viajante de comercio catalán, residente en la Argentina y poco conocedor del idioma inglés.  Con el tiempo la crítica tiende a ensalzar la traducción de Salas (hoy depurada por Eduardo Chamorro) por considerar que esta suplía su poca pericia idiomática con excelente vis cómica y grandes dosis de chispa verbal.  Y a nadie que haya leído el Ulises se le escapa que éstas son, precisamente, dos de sus características esenciales.
     La segunda traducción española de la novela de Joyce no aparecerá hasta 1976. y se debió a José María Valverde, por entonces auto-exiliado en Canadá después de su adhesión a los Aranguren, Tierno Galván, García Calvo, Montero Díaz, expulsados de sus cátedras por el franquismo.  Valverde, catedrático de Estética, recuperó el nihil estetica sine etica y tomó el portante.  Para traducir el Ulises, y de nuevo tengo que ceñirme a la leyenda. Valverde disfrutó de un año sabático, cobrando por la traducción la cantidad--por entonces ciertamente importante--de un millón de pesetas.  Valverde era poeta, y no de los peores, circunstancia definitiva a la hora de vencer los escollos musicales que traducir Ulises plantea.  Y por supuesto dominaba los idiomas de partida y de llegada.  Con todo no dejan de detectarse errores en la traducción valverdiana, así--y cito de memoria--el convertir claret (burdeos) en un vulgar clarete.
     La traducción de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas que acaba de aparecer dispone en principio de la ventaja de contar con un amplísima bibliografía crítica sobre Ulises que continúa creciendo de manera imparable.  También de la procedencia de ambos traductores del mundo universitario (García Tortosa es catedrático de Literatura Inglesa en la  Universidad de Sevilla, Venegas profesora titular de Literatura Inglesa en la misma universidad).  En el caso de García Tortosa su dedicación a Joyce supera los veinte años, siendo figura destacada de la Asociación Española James Joyce.  Suyo es, en colaboración, un acercamiento traductor parcial a Finnegans WakeUlises parecía haber encontrado una versión definitiva en la de Hans Walter Gabler en 1984.  Sin embargo, y como señala García Tortosa en la impecable traducción de 189 páginas que acompaña la reciente versión de Ulises, es previsible que el futuro aparezcan nuevos textos de la novela.  Ante ello García Tortosa y Venegas han optado por cotejar cinco ediciones: las de Shakespeare and Company (1925), Random House (1961), The Bodley Road (1960), Penguin Books (1968) y la ya citada de Gabler, Garland Publishing (1984).  De esta variorum surge la que, de momento, tiene mayores posibilidades de convertirse en la traducción canónica española de la --para muchos--mayor novela del siglo que se cierra.  Aparte del español, y en lo que se refiere al ámbito peninsular, hay traducción catalana del Ulises (1981) de Joaquim Mallafré, y portuguesa, de 1989, de la autoría de Joao Palma-Ferreira, quien por cierto no llegó a verla publicada en vida.  Y es que Ulises, por sus dificultades lectoras y traductoras, no digamos ya escritoras, es una novela para el futuro.  Y eso lo sabía James Joyce perfectamente.